sábado, octubre 20, 2007


Doña Isabel se paseaba entre los Rosales, les hablaba con su suave voz cantarina alabando sus encarnados colores que competían con el de las Mariposas que la seguían, bajo la mirada inefable de Merlín, aquel gato negro que un día decidió que aquella casa bulliciosa le deparaba mejor destino; yacía camuflado entre las ramas de la antigua Ponciana, solo abría sus enormes y oblicuos ojos azules, cuando las palabras de su ama alcanzaban ciertos tonos de sorpresa al descubrir algún nuevo brote entre sus plantas. Fue uno entre aquellos que le resultó algo más extraño que los otros registros, el que lo llevó maullando frente a doña Isabel, que lucía ahora sonriente tomándose levemente el vientre con una mirada dulce y lejana. Estaba segura, en una rápida reflexión, descubrió que su naturaleza aun deseaba seguir elaborando complicadas formulas para proseguir, la ya segura continuación del apellido después de ocho vástagos, todos varones y de enojoso temperamento como el del perseverante donador, que buscaba una niña que escoltara su vejez.

1 comentario:

Margot dijo...

Lo dicho un poco más arriba...

Leñe, que capacidad de manejar el ambiente y las palabras tienes!!