jueves, abril 10, 2008


De regreso al epicentro de aquel emplazamiento social, olvidaron aquel tácito desacuerdo entre sus “paradigmas en competición” a través de una suerte de lúdica transacción al que contribuyó una pareja que habitaba el bungalow colindante al de ellos; fue a partir de esas urgencias por satisfacer mediante los usos de la buena vecindad, cuando la mujer se acercó donde Camila solicitándole cierta medicina en auxilio de aquel cíclico padecimiento y, como suele suceder, el caso particular derivó en un mar de generalidades que fueron consumiendo la impaciente espera de su consorte, el cual se sumaría con su resonante verbo al jubiloso cotilleo. La doliente fémina conducía una agencia de modelos luego de haber abandonado el camino de las pasarelas cuando hubo de ser menos perfecta y, aquel otro perfecto, dedicaba su arrollador ímpetu al negocio de la especulación bursátil; más tarde, entre el buen vino que consumía y la excelente cocina de su mujer, se enteraría Sebastián que compartía con aquel hombre la misma pasión por la astronomía cuando le hubo de mostrar un Telescopio de impresionante alcance recién adquirido, el que, según la ocurrente ex modelo, no tenia mayor propósito en las manos de su esposo que su intento por adelantarse al conocimiento de la cotización de los metales-el dice percibir la perfección del Universo, yo en cambio creo ver al astrólogo de Wall Street haciendo cálculos y gráficas sobre sus futuras ganancias-con las que pagaría tus próximas cirugías-añadíría el hombre celebrando su acometida con una sonora carcajada, mientras Camila y él testimoniaban la continuas pullas que se lanzaban como siguiendo el curso de un intenso partido de tenis; un pliegue muy tenue sobre el entrecejo de aquella sílfide permanecía siempre actual hasta después de aquel duelo de pitorreos, como si fuera una especie de línea imaginaria desde donde se perfilaba una infelicidad magistralmente acicalada para el estreno de La Perfecta Casada.
El almuerzo prolongado lo atrapó en un sopor al que se resistía como cada vez que el sueño intentaba imponerse antes de llegar la noche; sus anfitriones y Camila cediendo al influjo de la uva, dispusieron sus cuerpos sobre unas poltronas al pie de la orilla mientras Sebastián se propuso alcanzar la cima de un monte que lo había tentado esa mañana.

2 comentarios:

Margot dijo...

Me encanta dejarme llevar por tus personajes... al final Sebastian y Camila van a parecer de "andar por casa", por mi casa.

Un beso al borde del monte.

XIGGIX dijo...

Marguis!, aquí, de vuelta al barrio me encuentro gratamente bienvenido con tu comentario, humm! si me acerco demasiado para recibir ese beso, intuyo que caería hacia la profundidad de mis deseos :)