martes, octubre 10, 2006



Soledad saludó a Sebastián, con esa cierta frialdad que aparece entre dos personas cuando ha transcurrido un largo período de tiempo sin saber nada sobre ella. Sin embargo, gracias a la dinámica que le imprimió Julián a la charla, se fueron recuperando los vínculos emocionales que se habían ocultado tras la distancia, y las palabras entre ellos adquirieron de nuevo aquel cálido matiz con el que la pasión se hubo instalado entre esos dos seres en algún momento, y que en un comienzo parecieron deseos lejanos y sin ninguna finalidad procurar recordarlos. Algunas miradas que convergían entre tantos cuerpos que se acercaban y separaban en la arena alrededor de la fogata, permitían algunos pequeños resquicios por donde ambos intentaban acoderar íntimas razones que acortaran, aun más, el efecto del reencuentro. El viento avivaba las brazas que se elevaban en la noche confundiéndose con las estrellas, y la música con ritmos tribales afiebraban los espíritus mientras la cercana amplitud de la orilla, invitaban a la evasión.

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