viernes, noviembre 24, 2006



Al regreso de la playa Soledad le pidió que la acompañe al Mercado, pues había invitado ha cenar a un grupo del ambiente publicitario para conversar sobre las preferencias de la nueva generación en cuanto a Discotecas. Sebastián no se hizo de rogar, para él los Mercados eran como el corazón de una ciudad; en cada viaje que había realizado, uno de los primeros lugares que visitaba al llegar, era los mercadillos exultantes de color, aromas y bullicio, en donde cabía aquella perfecta contradicción de la convivencia en un caos organizado; siempre despiertos en la puja por el mejor precio para un manojo de mariscos; palpando y oliendo las mejores frutas, verduras y especias; saboreando; alerta los cinco sentidos y la mente, para replicar las expresiones en doble sentido de los mercaderes.

Julián había dejado una nota en el departamento de Soledad, advirtiendo que se iban al Sur para pasar el día. Mientras él iba lavando los productos que habían adquirido, Soledad se fue a tomar una ducha. Luego, mientras enjuagaba las fresas, Sebastián compuso en su mente sensuales imágenes que se mezclaban con el sonido del agua acariciando el cuerpo de Soledad, y la voz de Björk cantando Pagan Poetry allá a lo lejos; entonces dejo aquel fruto encendido que evocaba dulces destinos, y caminó hacia donde era urgente probar otras ambrosías.

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