sábado, noviembre 24, 2007


El vuelo bastante movido, durante la turbulencia Sebastián escuchaba a Queen e imaginaba una escena catastrófica bajo aquellas sinfonías, jamás se le había ocurrido durante el transcurso de su vida que saliera “sorteado”, pese ha que muchas veces estuvo expuesto a situaciones de riesgo, sea por los deportes que practicó o por su imprudente temperamento; el más grave en el que participó, sufrió una severa conmoción cerebral que lo dejó ciego durante una semana; podía recordar nítidamente los rostros de sus hermanos y el de su madre desfilando por su lecho de enfermo cuando iba recuperando borrosamente la visión, pero su familia aún pensaba que no podía ver; eso lo impactó en gran medida, pues era como observar desde los ojos de un muerto, con el que no cabe disimular frente a su cuerpo, el dolor que nos causa su partida. Alguna vez le preguntó María si sentía miedo, cuando otro accidente lo había alejado de las olas, y la verdad era que sí sentía temor; desde niño experimentó con mucha intensidad aquel sentimiento, pero siempre luchó contra el y se repuso, esa era la gracia de la adrenalina. Entonces recordó aquella escena de una antigua película de vaqueros, en la cual un reconocido pistolero, que se había enfrentado a muchos duelos a muerte durante su vida, de pronto le tiemblan las manos cuando tiene que enfrentarse a un nuevo retador y se encierra en una habitación para evitarlo; entonces un amigo le pregunta sobre la razón de no querer encarar al novato, y el responde: por la estadística. Le costó mucho esfuerzo mental para liberarse de la certeza de aquella respuesta cuando corría olas grandes, porque la vida se podía resumir en ese juego aleatorio de aciertos y errores en situaciones extremas; pero entonces interviene la confianza que le da a uno la experiencia, pero al final, todo es número y tenemos que vivir con eso, pero con música, que también son números, como la octava de Pitágoras. We´are the champions, my friends...

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