lunes, noviembre 12, 2007


Se sentía agotado; no era normal en él, pues siempre necesitó mayores dosis de actividad que el promedio para llevarlo al cansancio físico o mental. Miró por la ventana en el preciso instante en el que la primera mariposa de la estación circundaba la copa de aquel árbol que se inclinaba ante la súbita ventisca. Unas pocas horas le faltaban para partir y, sin embargo, lejos de su anarquista naturaleza, como nunca antes se preguntó sobre lo que esperaba de aquella travesía, pues no había transcurrido mucho tiempo desde su irreflexivo pero nutricio viaje a la selva. La realidad de los acontecimientos y su incapacidad para reelaborarlos de una forma esperanzadora, lo impulsaban, cada vez en períodos más cortos, hacia la búsqueda de espacios dilatados donde fluyeran, sin estática, la mecánica de sus pensamientos. Si tan sólo encontrase la fórmula alquímica para transmutarme en piedra, pensó al recordar aquel día en el que la lluvia y los relámpagos azotaban la colina, mientras él permanecía quieto con la certeza mineral de su esencia indemne.

1 comentario:

Margot dijo...

Vale, y ahora releo hacia arriba... la ocasión lo merece.