miércoles, enero 09, 2008


Camila le había dejado una nota por debajo de la puerta; pese a su grafía, apreciaba en ella esa práctica por conservar aquella costumbre tan alejada de la electrónica que lo transportaba hacia un pasado menos impersonal. El mensaje descifrado lo invitaba a compartir una cena propiciatoria del nuevo año en el que aun no se habían encontrado, pues había partido hacia el sur justo después de la navidad, sin dejar rastros de su destino y con el celular apagado. La tarde dispuso que las notas de B.B. King se acompasaran con los brillantes matices de la vieja Ponciana que asomaba por la ventana; subió el volumen para neutralizar las voces de aquella pareja de ancianos que ritualmente insistían en retroalimentar su amargura, cada tarde; no pudo esquivar la nausea que le producía imaginar la escena de aquel hombrecillo colorado y chillón, cuyo rostro le llegaba en el coro de su letanía. Disfrutó de un prolongado baño de ducha sin darle importancia a todos aquellos pendientes que automáticamente se alineaban a través del espacio cotidiano; luego, se tumbó en la cama dejando fluir las imágenes y sonidos dejados atrás en aquella playa que jamás sería la misma en cada ola que alcanzaba la orilla.

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