miércoles, enero 30, 2008


Siempre te he considerado la persona más capaz para comprender las reales motivaciones que me impulsan a actuar de cierta manera-aquella frase imprimió sobre el pigmento avellana de los ojos de Camila, un claro matiz de fresca miel-es por ello que no quisiera recapitular las razones que me han llevado a tomar esta decisión-agregó mientras sus manos cálidamente entrelazadas intercambiaron de pronto un álgido sudor-los ritmos africanos parecían despertar los sueños atávicos de aquella doncella que nos observaba inmóvil desde el tapiz-Pienso abandonar la ciudad-sentenció mientras pudo jurar que aquella mujer de ébano se había liberado de su estática postura danzante-pero ¿Dónde irás? ¿Por cuánto tiempo?- preguntó Camila evidenciando cierta ansiedad en su voz-ninguna de tus inquietudes las podría despejar con certeza, aunque sí estaría en condiciones de decirte que me voy a la selva; aunque mi idea es jamás regresar, por principio me cuido de los absolutos, entonces tendría que confesarte que es por tiempo indeterminado-Sebastián, perdóname que contradiga tu convicción sobre entender tus motivaciones, pero me parece extrema tu decisión ¿Cuál es la razón? Es una muy simple, ya no tengo deseos de seguir procesando las complejidades y contradicciones de estos tiempos, se me acabaron los argumentos para continuar escenificando una coherencia que no existe en el horizonte de mi experiencia-la voz de Sebastián era plana, sus palabras no contenían inflexiones que dejaran adivinar algún sentimiento preciso- Camila sostenía su mirada intentado penetrar la ausencia que reflejaba ya antes de la partida, mientras Sebastián, como últimamente le sucedía, se había sumido en la construcción de aquella visión que lo alejaba por instantes de la aparente realidad; podía percibir los húmedos aromas de las hojas después de la lluvia y el rumor de las aguas de algún río fluyendo cercano en compás con el eco lejano de las aves en medio de la espesura; una perfecta armonía más allá de cualquier simple alegría embargaba su espíritu, cuando escuchó el canto de una mujer que se acercaba; luego, aunque no logró verla, tuvo la certeza que aquella voz era la de Camila, quien, ahora, lo miraba de regreso de su ensueño desde una tierna desnudes embriagada de lilas silvestres.

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