lunes, noviembre 13, 2006


Nos encontrábamos los tres en la cocina, Tesia y Sofía en topless por supuesto, lo cual inspiraba a Sebastián en la preparación de su plato emblemático: ñoquis con salsa a los cuatro quesos, pero con la receta típica italiana, que incluía el Gorgonzola, Fontina, Mascarpone y Parmesano y, concluyendo, la unción final sobre aquella obra en la que cualquier mortal, cuya esencia de vida se incline hacia el placer no podría dejar de anhelar: ralladuras de trufa Périgord; el diamante entre aquellos hongos que gentilmente Mario, el italiano, le había regalado a Sebastián como un homenaje a su corta, pero fructífera y reconocida sociedad. La temperatura era alta a esa hora, tanto en la cocina por los vapores que brotaban de las cacerolas y hacían liberar delicadas exudaciones sobre el cuerpo de aquellas dos bellas mujeres, cuyas minúsculas burbujas rodaban sobre sus moldeados y turgentes pechos; como allá en la terraza, donde los rayos solares penetraban y descomponían la estructura molecular del agua que yacía demasiado quieta en el jacuzi, demás vacío. El vino sensualizaba en extremo su mente y ya, entre ingrediente e ingrediente en la cocina, las copas del buen tinto que Sofía había proveído, iban desterrando las censuras en su psiquis. Se dejo caer lentamente en el tibio humedal, luego Sofía lo acompaño con un ligero rubor en sus mejillas. Tesia, desde la cocina, alzo su copa brindando por el éxito de la comida que los aromas presagiaban, y casi al instante los alcanzó para sumergirse en aquella placenta para tres. El día transcurría bajo las horas de aquel lunes que transitaba sobre la tarde calmada y transfigurada, desde el gris que dejo en Lima, hasta los suaves tonos celestes y azules tachonados con el blanco de las pocas nubes que avanzaban en el cielo límpido. Sus piernas se rozaban bajo las aguas, mientras aquellos cuatro peones sobre el tablero de sus cuerpos, sugerían sensuales enroques. Despertó entre los brazos de Tesia que lo miraba con ternura, como quien arrullaba a un hijo sobreviviente, y entonces comprendió que todo había sido producto de su onirismo gourmet.

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