viernes, noviembre 17, 2006



Unas pocas palabras resumieron aquella relación en la que, cada cual, había evitado el paso siguiente necesario para un compromiso mas profundo; era como si desde que se conocieran, por esas coincidencias propias del espacio y el tiempo, hubieran sido conscientes de su efímera, aunque vital, travesía. Tesia era una mujer bella y extraordinaria, pero juntos no era como podrían encontrar lo necesario para crecer en el sentido en el que sus naturalezas giraban con el mundo. Sebastián lo comprendió desde la primera mirada, y Tesia alguna vez rozo aquel frágil territorio desde donde pudo decodificar las señales esculpidas en el muro de aquella decepción existencial perfectamente construida a través de su impostura social. Él era un marginal que le había dado una oportunidad a la sociedad de probar su coherencia, recta y esforzadamente seguía la senda de los hombres justos, pero no estaba dando resultados; así se lo señalaba a su hermano, quien desde muy joven asumió el rol de ser su guía de conciencia cuando su padre murió, y su madre paso a ser una huérfana más de la numerosa progenie marital y extramarital de aquel hombre terrible. Doce años de aquella experiencia paterna y una lúcida vivencia en un Estado corrupto, violento y disfuncional, habían perfeccionado la psiquis de este hombre que intentaba eliminar al sociópata que pugnaba libertarse por causas justas. Sólo entre el grupo de “los sobrevivientes” se sentía cómodo, y donde podía experimentar cierta empatía.

Se abrazaron sin decir palabra; Sebastián la beso con unción en cada lágrima, como cuando el creyente recibe con fervor el rocío sacramental, y se dirigió al auto; cuando lo encendió, en la radio iba concluyendo Angie.

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