viernes, diciembre 15, 2006


Despertó ante la insistencia de la sobrecargo para que se abroche el cinturón de seguridad debido a que se encontraban por aterrizar; luego se estiró como un gato después de la siesta, lo cual fue imitado por la adolescente quien acompaño sus sensuales quiebres con un prolongado concierto de “conejos”; intercambiaron algunas sonrisas dormilonas, mientras Sebastián alejaba sus bajos instintos observando como evacuaban a una anciana que protagonizó un conato de infarto durante el trayecto. Vas para Mancora-le preguntó aquella lolita muy segura de sí misma- Sebastián asintió con cierto reparo- ¡Bacán!- expresó mientras acotaba con una mirada de “number one”- entonces viajamos juntos- dijo en un tono mas de decisión que de consulta- Bueno- respondió sin mucho entusiasmo, lo cual desembalsó en la muchacha un diálogo torrencial que Sebastián jamás hubiera podido imaginar de ella durante el viaje, pero que le resultaba bastante energético. Se llamaba Cynthia y le faltaban tan solo algunas semanas para cumplir dieciocho años, lo cual confesó con un mohín que traducía cierto pesar; Sebastián calculaba que mediría su metro setenta y, por supuesto, le comentó con orgullo que era surfista y además, casi en una especie de velada advertencia, que era practicante del Ng Mui más conocido como estilo Wing Chun o de la eterna primavera de las artes marciales chinas- vaya, entonces podemos cruzar algunos golpes sin problema porque aquel fue el estilo con el que finalmente me sentí cómodo- dijo Sebastián- es que también practico artes marciales desde que tenía catorce años y también surfeo- acotó Sebastián ante la sorpresa inevitable que se dibujo en el rostro de la chica- ¡Que chévere!-oye tío, lanzamos un batecito para el camino que es una latasa- Sebastián esbozó una sonrisa de complicidad, mientras iban subiendo sus mochilas al Taxi.

Arena, palmeras, y ese viento cálido hackeando su razonamiento con aquella lascivia que se introducía silenciosa por cada uno de sus poros. Donde te hospedaras- preguntó Sebastián- no lo se aún, quisiera encontrar algún lugar tranquilo y limpio, lo mas económico que sea posible para poder quedarme el máximo de tiempo- Bueno mira, yo voy al albergue de un amigo que es de lo más sencillo- es para surfistas mochileros, así que ya te imaginaras; pero hay buena onda y nadie te va a atrasar con tus cosas y lo mejor, es que el “burro”, así le llamamos de cariño, conoce unas playas caletas espectaculares y, lo mejor, es que es re barato y muy limpio. Así que vamos, lo ves, y si te interesa, te acoplas- yo no te prometo mucho de compañía porque el mío es un viaje de trabajo mas que de diversión, pero con el “burro” y Camila, su compañera, estas en buenas manos; además tienen un hijita preciosa de cinco años que ya surfea; se llama Luna y te va a entretener en las noches con sus coreografías al estilo de Shakira, es alucinante el piojo. Luego Sebastián le comentó sobre el proyecto en el que estaban trabajando con el grupo y, debido a lo cual, Cynthia expresó su deseo de mudarse a vivir al Norte una vez cumpliera la mayoría de edad- me darías chamba- lo inquirió con esa mirada transparente que solo la juventud puede mostrar, sobre todo ella, con esos ojos aguamarina, y aquella voz ligeramente ronca la cual se quebraba en determinadas inflexiones que ejecutaba cuando deseaba apurar una opinión. Vamos a ver como se presentan los acontecimientos le respondió Sebastián sin darle mayores expectativas, para luego seguir roleando- Profesor, no hay problema si encendemos un porrito para el camino- le dijo Sebastián al conductor- prosiga nomás jefe con tranquilidad- respondió con su dejo cantarino- Cynthia le alcanzó una mirada traviesa mientras iba rebuscando en su cartera el fuego necesario. En lo que faltaba del trayecto, Cynthia le contó la corta historia de su vida; su padre era un empresario Alemán que se había separado de su madre hacia un par de años, la cual vivía con un pie en Lima y otro en Miami donde residían sus tres hermanos mayores, los cuales administraban la inmobiliaria de su progenitora.

Las calles de Mancora lucían movidas debido a que estaban en temporada de crecidas; vehículos de toda clase entraban y salían de la caleta con surfers montados hasta en los últimos espacios de las tolvas, con los rostros iluminados por ese energético entusiasmo y agitación que los envuelve antes y después de una sesión de olas. Cuando paramos en el albergue del “burro”, era de esperar que no estuviera su camioneta, por lo menos no lo vería hasta el final de la tarde-pensó-. Camila salió de la mano con Luna a darle el encuentro con su calidez de siempre, y como lo había imaginado, le comentó que el “burro” había partido temprano a Cabo Blanco llevando a unos Sudafricanos. Sebastián le presentó a Cynthia y le explicó la situación brevemente, pues Camila era artífice de aquel albergue concebido principalmente para mochileros, y sobre todo, era experta en los negocios de bajo presupuesto. Bueno muchachos, vayan a la playa que hay buenas olas, yo me encargo de sus cosas, y de ubicarlos en un lugar tranquilo-los animó Camila-.

En el patio, mientras Sebastián enceraba su tabla, vio a Cynthia llegar y no pudo dejar de admirar ese cuerpo vibrante, parecía aquella vikinga imaginada por Sorayama; los abdominales marcados, piernas alargadas dibujando cada miologico contorno sobre aquella piel capulí, la cual contrastaba con un cabello exuberante y dorado que brillaba como un campo de trigo bañado por el Sol al amanecer; Cynthia sonrió al notar la cara de idiota que Sebastián no pudo evitar. Terminaron la labor y se dirigieron velozmente hacia la playa, donde vieron reventar series de olas tan perfectas como aquel cuerpo que las montaría luego, por primera vez.

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