viernes, enero 05, 2007


Cuando salí hacia la vasta playa, la suave brisa marina beso mi rostro y me enredó, aun mas, el pelo; camine por la húmeda orilla, tibia bajo mis pies, como tu sexo de retorno bajo el aroma de pistilos sobre campos de vainilla. Pequeñas olas rodando, afinadas, en la tornasolada orilla que se pierde en semicírculos acechados desde suaves dunas minerales milenarias, y sabias como el tiempo universal que nos avista desde nuestra irreductible pequeñez y, aun así, nos da su mano invisible en gravitacionales sentencias. Comprendemos tan poco del sabernos parte de un espacio en este universo, siempre mas grandioso que cualquiera de nuestras mas profundas comprensiones sobre la realidad y los otros.
Era yo caminando en un espacio que rodaba bajo estrellas y galaxias casi eternas; frente al mar, recuerdo aquella visión de nuestro bello planeta azul sostenido sobre el universo, como una esfera mágica donde se cuentan tantas historias, que podrían ser mejores algún día, espero...
Tras el velo de los soleados vientos, venia Cynthia, con ese andar despreocupado y ausente que dibujaba una cruz en la arena entre su cuerpo y la tabla bajo el brazo, cuya sombra ya casi lo alcanzaba y penetraba cada epitelio en su más especial orgánica función.

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