domingo, diciembre 09, 2007


Camila le estaba cobrando y, con creces, haberlo acompañado el sábado anterior a la casa de su amigo Ricardo; aun cuando-pensaba- si bien no le había comentado los pormenores sobre su encuentro con el italiano retador, debido a su contumaz reserva amorosa, el buen humor con el que rodeó sus posteriores comunicaciones, dejaban entrever el resultado de un final satisfactorio. En ese ánimo llegaron donde su hermana Catalina para saludar al esposo de esta que cumplía años aquel día. La casa estaba situada en uno aquellos barrios pasadizo en donde transitan, hacia el purgatorio de la clase media nacional, los hijos profesionales de empleados, pequeños comerciantes, burócratas de carrera y maestros de escuela como Julio, quien los recibió, si bien cálidamente, con esa actitud de libertad vigilada que revelaba en su forma de expresarse y actuar algo tensa cuando se encontraba a golpe de voz de su esposa Catalina. Sebastián no pudo dejar de recordar al verlo en ese trance, aquellos tiempos, no muy lejanos, en los que un Julio aun novio de Catalina, se jactaba de haberse salvado de matrimonios con ex enamoradas que, prematuramente casadas, mostraban, luego, un exceso de peso en contraste a los modelados cuerpos que habían lucido a su lado entre las arenas concurridas de las playas del Sur; ahora, si bien permanecía con vista a la excelente anatomía conservada por su mujer, la cual, como corolario, ostentaba un derrier de comentario y fantasías, con el correr del tiempo aquella Venus se había transformado en una Medusa de temperamento marcadamente neurótico evidenciado en una actitud de satelital acoso sobre el desplazamiento de su marido, lanzando gritos y gesticulaciones dramáticas cuando aquel hombre desaparecía de la órbita de su control por un período que, en su celoso razonamiento, consideraba de inusual retardo. Camila, inmune al carácter de su hermana, no dejaba de recriminarle cuando Sebastián se refería a ella como el acelerador de partículas y es que, quien no estaba familiarizado con la naturaleza de aquella mujer, terminaba con un cambio negativo en la polaridad de sus ánimos luego exponerse a su influencia. Ahora, pensaba, al ser testigo de esa especie de tragedia mitológica, mientras conversaba con el apesadumbrado Julio, sobre los desenlaces posibles de aquel micro drama: ¿La ahorcaría algún día?, ¿Cierto día no volvería a casa después de salir a trabajar? ¿Se suicidaría? Saldada la deuda social, convenció a Camila para que, en “desagravio”, aceptara infiltrarse en un Cine para disfrutar de una película de contenido liviano; Camila escogió La Brújula Dorada.

2 comentarios:

Margot dijo...

Ays de esas mujeres arpías... la posesividad del miedo.

Las hados nos libren de ellas o de sufrirlo porque esa posesividad no tiene sexo, son como los ángeles... jeje

XIGGIX dijo...

Mi viajera amiga!! mnnn, en esta ficción se convirtió en Medusa, pero no son extraños también los Otelos por ahí; haber si consigues una varita mágica y nos convertimos en uno de aquellos "buenos vecinos" de los bosques...

:)