viernes, febrero 15, 2008


El timbre sustrajo sus cavilaciones. ¿Sería Alfonso? Además de María, era el único de aquel clan que permaneció constante en su amistad, luego de su expulsión de la escuela; seguro vendría por los objetos prometidos en ese mercado de pulgas instalado recientemente sobre sus linderos; el ejército de salvación ya había dado cuenta de todo lo útil, ahora, esperaban su turno aquellos artículos ligados a su inventario emocional; cuando se acercó a la ventana, lo saludó con aquel santo y seña otrora convenido, cuya finalidad era la de evitar acoples indeseados en nuestras incursiones hacia las cuevas descubiertas sobre los acantilados donde,provistos de velas, nos turnábamos en el relato de historias de terror sacadas de un viejo libro de autores chinos rescatado del basural; aquel tortuoso contenido, aunado al efecto producido por el candil sobre la roca, les producía a veces tal espanto, que se enredaban en luchas estériles por alcanzar la salida, intentando, vanamente, escapar de sus propios fantasmas; quien lo escuchase ascender por la escalera, bien podría considerar que arrastraba el peso del mundo; sin embargo, aquel prejuicio se desvanecía ante su jubiloso semblante y frente a la retórica atropellada con la que acompañaba siempre su arribo- ¡Sebastián! ¿Qué intentas hacer ahora? ¡Ni veo donde poner el culo por acá!-increpaba mientras daba vueltas alrededor del ambiente como si fuera un animal recién atrapado-si quieres tomar asiento, hazlo sobre las cajas que te vas a llevar-le dijo señalando el espacio que ya había dejado-miró con cierto desdén la pequeña pirámide, pero se mantuvo de pie-¿Tendrás algo de beber por lo menos?-Preguntó con aparente mansedumbre cuando ya Sebastián se encontraba en la cocina llenando las tazas-afuera, en el patio, los rayos solares caían perpendiculares sobre el espacio multicolor que recogían las flores sembradas por María, tiñendo sus recuerdos con acordes distintos; luego, sentados sobre la tibia losa, bebieron de la aromática infusión a la espera que coincidiera su atención desde la polifonía de sus emociones.

1 comentario:

Margot dijo...

Es difícil no dejarse llevar por estos trasiegos de Sebastián, sus mudanzas y no sólo en cajas...

Sigue narrando, eim?

Un abrazo, Xiggix!