lunes, febrero 22, 2010


Era noviembre pero la mañana lucia clara como en un crepúsculo de verano, mientras el auto se estremecía bajo el empedrado de la Bajada Balta, el puente Villena aparecía como una gaviota suspendida entre los vientos de aquella pequeña quebrada; aun a esa hora temprana, sus veredas lucían ocupadas y distintas al reducto solitario que antes era y que servía de refugio seguro para quienes habíamos eludido la diaria asistencia al colegio.
Después de la última curva que escondía sus orillas, La Herradura mostraba, sin pretensiones, toda su amplitud y belleza;como cuando niño, la repentina presencia de la bahía le produjo una opresión en el pecho seguida por un hormigueo que iba creciendo hacia los costados y el bajo vientre. En la distancia pudo distinguir a tres personas que flotaban como focas a la espera de alimento, intuía quienes debían de ser y ello no hizo mas que aumentar aquel ansioso entusiasmo que lo invadía cada vez que iba a correr.
Estacionó, y mientras se cambiaba, pudo observar a los tres remando con aceleradas brazadas, síntoma inequívoco de que la primera serie de olas llegaba rompiendo detrás de las rocas; “marquitos” adelantado, podía imaginar sus ojos muy abiertos como ante la inminencia del peligro; el "chino” con la misma expresión, pero con la boca abierta tomando un aire que quizás mas tarde necesitaría se iba replegando para tomar la segunda ola y, rezagado, en la segunda sección, el “chato”,como siempre, esperando imperturbable como en un día de pesca. Luego la espuma dibujó su manto amarillento que iba meciéndose con la marea y cubría, por instantes, los rostros sonrientes y satisfechos de esos tres amigos, mientras los restos de aquellas olas naufragaban en la orilla donde Sebastian esperaba impaciente para entrar.
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Hace unos días escribí estas lineas, pero no pude publicarla por algún problema técnico en la red. Hoy recibí la noticia de que el "chino" había fallecido. La causa de su muerte tiene sus raíces en el estilo de nuestras vidas en aquella época, la cual fue también la que determinó que "marquitos" antes nos dejara. Hace mucho que no lo veía; el "chino" había encontrado la "paz" ayudando espiritualmente a quienes sufrían carcelería con el entusiasmo desbordante que le imprimía a todo lo que hacía.
Esa fotografía nos la tomaron el día que llegamos a Puerto Chicama; fueron diez días mágicos de olas perfectas y experiencias inolvidables. El "chino" es el que esta a la izquierda.
Hasta siempre Chino.

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